Cada 2 de febrero, la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Vida Consagrada y, para conmemorar este día, las Adoratrices ofrecemos el testimonio de dos de nuestras hermanas: Emilia y María Reina.
Este año 2024 la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada presenta el lema “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad”. En la vivencia de su vocación como Adoratrices, del carisma de Adoración y Liberación, Emilia y María Reina encarnan este “Aquí estoy, Señor, hágase tu voluntad” y siguen agradeciendo el camino de entrega emprendido y recorrido hasta ahora y para la eternidad.
Hna. Emilia
La Hna. Emilia lleva casi 73 años en la Congregación de las Adoratrices. El próximo 19 de febrero cumplirá 95 años y vive en Bilbao, España, en una de las residencias-enfermería que las Adoratrices tenemos para cuidar a nuestras mayores.
Al ser preguntada por los orígenes de su vocación a la vida consagrada, la propia Emilia cuenta que su madre “tenía un primo sacerdote que celebraba la Misa todos los días en la Adoratrices y, por medio de él, fui al Colegio” de las Adoratrices en Santander.
Allí, desde niña, se sintió sorprendida y atraída “por la vida de las hermanas”. En la escuela, junto a ellas, “aprendí el amor a la Eucaristía, con frecuencia nos daban charlas y nos llevaban a visitar al Señor en el Sagrario”, explica.
A lo largo de los años, la semilla de ese amor por la Eucaristía fue agrandándose en Emilia: “Cuando iba con mis amigas por la calle, sentía una gran necesidad, al pasar por la puerta del colegio de entrar a la capilla. Así fue como el Señor me iba llamando a estar con Él. Tenía unos 15 años cuando sentí que Dios me llamaba a ser Adoratriz”.
Tiempo después, a los 22 años, finalmente ingresó en la Congregación de las Adoratrices, concretamente el día 6 de enero de 1950, en Bilbao, acompañada por su padre. El periodo de formación como religiosa sirvió a Emilia para conocer y profundizar en el carisma Adoratriz, “creció en mí el deseo de entrega a la misión de Adoración-Liberación; sentía una necesidad grande de ayudar a las mujeres más necesitadas”.
Después de ese tiempo de formación la hermana fue destinada para convivir con las mujeres de nuestra misión a distintas comunidades en España: Oviedo, Logroño, Bilbao, Burgos, Miranda de Ebro, Santander, hasta llegar a la Casa de Bilbao- enfermería, donde reside actualmente.
En todos esos destinos, Emilia donó su vida a la misión Adoratriz de acompañar y promover la Liberación de las mujeres en situación de prostitución, de trata y de otras violencias. Describe que su relación con ellas a lo largo de toda su trayectoria “fue siempre de mucha paciencia, con cariño y afecto, procurando decirles una palabra que las animara e iluminara en su camino, y las ayudaba en todo lo que podía facilitarlas. He tenido muy buena relación con varias de ellas que han correspondido”.
“Si volviera a nacer, sería Adoratriz”
Para la hermana Emilia, la vida consagrada “es un reflejo del amor de Dios en su entrega incondicional al servicio a los hermanos. Requiere mucho amor y sacrificio en la vida de entrega”.
Desde la sabiduría que le otorga toda una existencia dedicada a Dios y al prójimo, Emilia aconseja a las personas que se plantean responder a la llamada del Señor que “si han descubierto que Dios las llama, se fíen de Él, crean en Su Amor que nunca falla, y le digan que SÍ, que quieren seguirle”. Para ella, “es un gran don el ser llamada por Dios a vivir con Él y donde Él quiera”.
Finalmente, no se olvida de destacar: “Yo me siento muy feliz en mi vida como Adoratriz y, si volviera a nacer, sería Adoratriz”.
Hna. María Reina
María Reina, de 32 años, es hermana Juniora Adoratriz y se encuentra en su 5º año de profesión. Nacida en Atakpamé, Togo, actualmente, forma parte de la comunidad de Cinkassé, situada en dicho país africano.
En esta Casa togolesa las hermanas trabajan con jóvenes que acuden desde distintos poblados para recibir clases de alfabetización impartidas por la hermana María Reina, aprender costura y el tejido de paño tradicional, manualidades y agricultura.
La vocación a la vida consagrada de María Reina empezó desde muy pequeña, a los 10 años. En su parroquia había unas hermanas cuya labor con la infancia le llamaba mucho la atención. Aunque en ese tiempo “no entendía muchas cosas”, la hermana juniora relata que “yo siempre decía, cuando crezca, voy a también dedicar mi vida a consagrarme como ellas”.
En aquel momento “se fijó este sueño mío de ser religiosa, lo tenía bien claro ya, y particularmente, deseaba ser religiosa que trabajase en orfanatos o en colegios, con niños y niñas”.
“Deseo ser Adoratriz al lado de las jóvenes”
No obstante, su primera experiencia con las hermanas Adoratrices de Cinkassé en 2014, “cambió un poco mi visión de la vida consagrada”. Al tener contacto con las mujeres de la Casa que llegan desde los pueblos sin saber prácticamente nada “cambió radicalmente mi opción de vida, pasé de sentirme llamada a optar por los niños a hacerlo por estas jóvenes”.
A lo largo de los años, la hermana María Reina ha crecido en su vocación como Adoratriz y “hasta hoy lo tengo bien claro, deseo ser Adoratriz al lado de las jóvenes, acompañando sus procesos de liberación”.
Durante su periodo de formación tuvo la suerte de conocer distintas comunidades, como la Casa Provincial de la Provincia de Europa-África a la que pertenece y la Casa Madre, ambas en Madrid (España). También, en el curso del Noviciado, estuvo en Santiago de los Caballeros (República Dominicana), y en las comunidades de Barcelona Sants, Valencia y Orense (España). En su etapa como hermana Juniora vivió en la comunidad de Salamanca (España) y hasta ahora en la comunidad de Cinkassé.
Para María Reina, el carisma Adoratriz de Adoración y Liberación, “es una manera tan hermosa de entregarse a Dios y de actualizar Su Reino en nuestro mundo de hoy”. La hermana se siente inspirada por las palabras y el legado de Santa María Micaela, nuestra fundadora, “sacar fuerza del Santísimo”, “beber de la fuente, partir de la Eucaristía a las mujeres”. Su vocación es una manera de “vivir siempre conectada a Dios y a Su Pueblo”.
Dentro de este carisma Adoratriz, María Reina valora mucho también la vida en comunidad y la considera esencial porque “tengo la convicción de que sólo así podemos de verdad entregarnos con mayor fuerza. Cada una puede ir sola, pero cuando nos unimos, cuando unimos nuestros talentos, nuestros dones, la misión aportará mayores frutos”.
“¡Dios nos necesita tanto para poder levantar al ser humano!”
A cualquier persona que presente inquietud vocacional, María Reina le anima a lanzarse “sin miedo”, ya que, “no hay nada más grandioso que entregar la vida como don a Dios y, libremente, de verdad, aceptar y llevar a Cristo a los demás. Es precioso experimentar el darse como don a Dios y el cómo Él obra en nosotras primero para mayor gloria, para ser sus testigos hoy”.
“Dios pasa por nuestras humildes personas para estar al lado de nuestros prójimos, al lado de quien sufre, al lado del que necesita apoyo, al lado del que necesita de nosotras, del Señor, para poder crecer, levantarse, caminar con dignidad. ¡Dios nos necesita tanto para poder levantar al ser humano! El Señor nos requiere para poder levantar a tantas víctimas de la trata, de todo tipo de injusticias, del hambre, de tanto sufrimiento presente en nuestras realidades. Quien tenga el sueño de ser consagrada, que no tenga duda de dejarse llevar por un Dios tan grande, tan sublime”, concluye.