Con profunda gratitud y emoción, desde la Congregación de Adoratrices queremos dar gracias a Dios por la vida y el testimonio del Papa Francisco. Jorge Mario Bergoglio ha partido a la Casa del Padre el 21 de abril de 2025, dejando una huella imborrable en la historia de la Iglesia y en nuestros corazones.
Durante su pontificado, Francisco nos enseñó que el Evangelio se vive con gestos concretos de amor, de cercanía, de justicia. Nos habló desde los márgenes, desde el dolor de los más pobres, de las mujeres explotadas, de los migrantes, de quienes sufren la trata de personas. Y nos invitó a ir allí, donde duele el mundo, para llevar consuelo y esperanza.
Como Adoratrices, sentimos que su mensaje ha tocado de lleno el corazón de nuestra misión. Su insistencia en una Iglesia “en salida”, misericordiosa, profética, ha sido una fuente constante de inspiración y aliento en nuestra misión de acompañamiento a mujeres en situación de vulnerabilidad, de prostitución, de trata y otras formas de violencia.
Uno de los gestos que más agradecemos fue la creación del Grupo Santa Marta en 2014, un espacio internacional impulsado por el Papa Francisco para luchar contra la trata de personas. El objetivo de este es coordinar los recursos de la Iglesia Católica con las agencias de policía y la sociedad civil para prevenir las situaciones de explotación y esclavitud, así como ofrecer atención pastoral y readaptación a la vida en sus comunidades de pertenencia.
De este modo, oficinas de obispos, congregaciones religiosas, fuerzas de seguridad y organismos civiles hemos podido colaborar para combatir esta realidad tan dolorosa. Para nosotras es un honor formar parte de este Grupo de Santa Marta desde sus inicios, y lo sigue siendo hoy, como expresión concreta de nuestro compromiso con la libertad y la dignidad de cada mujer.
Gracias, Santo Padre, por recordarnos que Dios no se cansa de amar, de acoger y de perdonar. Por su ternura con quienes sufren, con las más pequeñas, por su firmeza ante las injusticias, por su fe evangélica, sencilla y valiente. Gracias por su sonrisa, por sus silencios orantes, por su amor a la Iglesia y a Jesús Eucaristía.
Toda la Familia Adoratriz ora por usted con la certeza de que sigue acompañándonos. Que su legado siga dando fruto en una Iglesia cada vez más humana, más evangélica, más al servicio de las demás personas.