“Estaba en el abismo y mis hermanas me han devuelto a la vida”

“Estaba en el abismo y mis hermanas me han devuelto a la vida”

Hablamos con la Hna. Pilar Solís. Su voz aún es débil pero transmite serenidad, gratitud y alegría. La Hna. Pilar ha estado más de un mes ingresada por coronavirus y su situación durante varias semanas ha sido crítica.

Su voz aún es testigo de todo lo que ha pasado pero sus palabras están llenas de esperanza y ganas de seguir adelante.

La Hna. Pilar Solís vive en Bérgamo (Italia) y es consejera provincial de la provincia Europa África y la responsable del Equipo de Misión Compartida.

Comenzamos la charla hablando sobre cómo recibieron las primeras noticias que comenzaron a llegar a Europa sobre el coronavirus.

Nosotras nos informábamos pero no nos dábamos cuenta de la gravedad. Es verdad que las primeras informaciones que llegaron de China eran alarmantes pero también contradictorias algunas veces. Lo veíamos muy lejos.

Cuando empezó a ser un problema en Lombardía, nuestra región, lo vimos como más cerca y fuimos tomando consciencia pero al principio nadie hablaba de tener que usar medidas de protección como mascarillas o guantes.

Sinceramente, yo nunca pensé que esta realidad nos afectaría.

Todo cambia cuando los casos se multiplican en Bérgamo…

Sí y no. Al principio a pesar de la alarma que había en Bérgamo porque empezábamos a tener muchos casos no había indicaciones precisas de cómo actuar para protegernos.

Nosotras si habíamos comenzado a buscar comunidad para las chicas de nuestra casa de acogida y estaban otras chicas a punto de entrar. Al final todo evolucionó muy rápido y no se pudo concretar este proceso.

Y llegaron los síntomas para usted…

Yo soy una persona que rara vez se pone enferma y comencé con fiebre y con un cansancio que no era normal. Aun así, hice vida normal hasta mi ingreso. Este es el primer milagro. Nadie de la comunidad se ha contagiado. Tampoco ninguna de las chicas. Tampoco una mamá con su niño que lleve unos días ante en el coche a Milán.

Sin duda alguna, el primer milagro de esta historia es que ninguna de las personas que tuvo contacto conmigo haya sido positivo por coronavirus.

 Tras los primeros síntomas, llegó el ingreso hospitalario

Yo llevaba varios días con fiebre y cansancio pero el día 1 de marzo el cansancio era ya muy acusado y tuve que acostarme para descansar. El lunes el cansancio persistía y el martes fui al médico.

No pensaba para nada en el coronavirus. El médico me pidió que fuera ya con mascarilla a la consulta. El doctor tras la primera auscultación llamó a la ambulancia y me derivó al hospital. Ya no volví a casa.

Este médico es el primer ángel que Dios puso en mi camino.

¿Cómo fueron las primeras horas en el hospital?

Enseguida me pusieron oxígeno y estuve un día en la sala de triaje porque había mucha saturación.

La imagen de aquel pasillo fue muy deprimente. La gente estaba amontonada. Camillas, gente por el suelo, en sillas de ruedas, etc.

Y llega el momento en el que te das cuenta de la gravedad de la situación

Yo me encontraba mal y estaba muy cansada. No podía clasificar mi gravedad pero un doctor tras hacerme todas las pruebas pertinentes ya me dijo que el test era positivo y que estaba grave pero estable. Me pusieron el famoso casco (el CPAP) y comprendí que la cosa era seria. El doctor me pidió que no le pidiera previsiones porque este virus para ellos era nuevo pero me transmitió que el encontrarme estable era la mejor noticia para tener esperanza.

Al cabo de unos días volví a preguntar y el doctor me dijo que mi situación era muy compleja.

Los médicos estaban preocupados pero el hecho de no empeorar les daba esperanza y me las transmitían.

Yo percibía mi cuerpo vaciado como si el virus se hubiera llevado todo lo vital que había en el.

Una situación en la que la fe y la confianza en Dios ha sido su compañera fiel

 Yo cuando vi cómo iban las cosas me puse en la posibilidad de morir y en ningún momento pedí la salud para mí. Recité para mí y para todos los enfermos el salmo 22 (El señor es mi Pastor). Ha sido mi salmo todos los días. A veces recitado en singular y a veces en plural porque sentí muy fuerte la comunión con todo el mundo que estaba sufriendo. Ver tan cercana la muerte te amplia la capacidad de comunión.

Lo viví todo con mucha serenidad. Nunca perdí la lucidez y sabía que podía morir y lo viví con capacidad de abandono “si tú quieres que viva, vivo. Si tú quieres que muera, muero”.

Lo tuve muy claro desde el primer momento.

Una situación en la que los sanitarios que estuvieron atendiéndote cobraron un protagonismo principal

Yo les preguntaba el nombre a todos. Con los trajes y las mascarillas no les podía ver pero yo anotaba su nombre. Tengo una lista interminable. Tengo una gratitud inmensa. Les pondría a todos en los altares. En mi corazón siempre habrá un hueco para cada uno de esos nombres.

Todos los profesionales estaban volcados, con una capacidad de atención inmensa. A veces incluso te hacían reír con pequeñas bromas. Me emociona cuando hablo de ellos porque se merecen mucho más de lo que les estamos valorando.

Usted tenía posibilidad de contactar con el exterior con su familia y su comunidad. ¿Notaba el empuje de todos ellos?

Mi familia de sangre ha sufrido mucho en silencio. Nunca me hicieron notar esa preocupación. Yo enviaba a una de mis hermanas mi estado y ella distribuía por toda la familia. Han estado todos volcados.

Lo de la familia adoratriz ha sido una cosa bellísima. Me escribían de todos los lugares. De Cuba, Camboya, India, Togo… Se ha creado una red. He sentido a todas las hermanas muy cerca.

Han estado tan cercanas todas las hermanas… apoyándome.

Ellas son las que me han devuelto a la vida. Yo estaba en el abismo y ellas con sus oraciones me han salvado.

Desde que tuvo más fuerza, usted ha creado un canal de comunicación donde ha transmitido su realidad a hermanas, laicos, a su familia…

Desde esta enfermedad he logrado reavivar una fraternidad. Esto es una gracia que hemos recibido. Esta enfermedad me ha colocado en una atalaya que me ha permitido decir cada día cual era mi oración. La mandaba a las hermanas y hemos logrado reavivar la comunión entre todas nosotras.

Yo he vivido la eucaristía con una dimensión mucho más carnal; más humana. El trabajo de la enfermera que trabaja sin descanso también es cuerpo de Cristo y yo lo estoy comiendo y me está alimentando. Esta realidad la he querido transmitir con mis reflexiones y lo sigo haciendo para las hermanas, para mi familia.

 Para despedirnos, agradeciéndole este testimonio, preguntarle cómo se encuentra ahora

Yo estoy bien. Los médicos me dicen que la recuperación será lenta. Ahora sigo aislada pero ya en mi comunidad. Sigo con cansancio y con dificultad respiratoria pero estoy tranquila. Dejándome cuidar por mis hermanas y muy agradecida. Disfruto de las cosas sencillas: la lectura, la música la comida. Sigo con mucha serenidad y tranquilidad. No me angustia pensar que este proceso me llevará tiempo y que vaya a necesitar ayuda. Lo vivo serenamente.

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