Jesús y la mujer adúltera: nadie te lanza la piedra
El Evangelio de este quinto Domingo de Cuaresma (Juan 8, 1-11) nos ofrece el pasaje de la mujer sorprendida en adulterio que es llevada por los escribas y fariseos ante Jesús. La arrastran hasta el centro de la escena. No la nombran, no la miran como persona, solo la utilizan para poner a prueba a Jesús de nuevo.
Los escribas y fariseos quieren que la Ley se cumpla: “Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú que dices?”. Lo hacen con piedras en la mano, pero no solo literalmente, también cargan con piedras de juicio, de condena, de desprecio.
Jesús, en silencio, se inclina y escribe en el suelo. Luego, se incorpora y pronuncia una frase que corta la escena contundentemente:
“Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra” .
Uno a uno, empiezan a marcharse. Al final, solo quedan la mujer y Jesús. Y Él le dice:
“¿Nadie te ha condenado? (…) Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar”.
No la miró por su error, sino por su dignidad
En Adoratrices, este pasaje nos resulta muy cercano. No es solo un fragmento del Evangelio, es una realidad que vemos encarnada cada día. Muchas mujeres que llegan a nuestras casas han sido juzgadas, condenadas, señaladas… No por una falta puntual, sino por su historia, por su origen, por su pobreza, por sus heridas.
Una de ellas, a quien llamaremos Julia, llegó hasta una de nuestras casas con una frase clavada en su corazón:
“Me han hecho sentir que lo que viví fue culpa mía” .
Acostumbrada a que cada espacio nuevo le devolviera más desconfianza, al principio siempre andaba con la mirada baja y reaccionaba a la defensiva.
Poco a poco, cuando se sintió mirada con respeto, sin juicio, algo comenzó a sanar. No fue un proceso rápido, ni sencillo, pero al fin encontró un lugar donde no la definía su pasado, sino su dignidad. Como aquella mujer del Evangelio, descubrió que aún había alguien que no le quería lanzar la piedra.
Este Evangelio también habla de ti
Todas, en algún momento, hemos vivido desde uno de los lados de esta escena:
- Como la mujer: sintiéndonos en el centro del juicio, desnudas ante el error, sin escapatoria.
- Como los acusadores: creyendo tener la razón y preparadas para señalar a otra persona.
- Como los que miran en silencio: sin saber qué hacer.
- Como Jesús, o intentando parecernos a Él: poniendo el foco en la persona, no en la culpa.
La Cuaresma es un tiempo para preguntarnos: ¿A quién estamos juzgando? ¿A quién hemos dejado fuera? ¿Qué piedra llevamos preparada sin darnos cuenta?
Y también: ¿Qué mirada necesitamos recibir para volver a levantarnos?
Cómo vivir este quinto Domingo de Cuaresma
Aquí te dejamos tres caminos sencillos, pero concretos:
- Deja la piedra: Si te descubres juzgando, condenando, aunque sea en pensamientos o comentarios, suéltala. No sabes qué historia carga quien tienes enfrente y Dios nos invita a mirar con compasión.
- Recibe la mirada de Jesús: Si te sientes acusada, culpable, cargada por lo que fuiste o viviste, deja que Jesús te mire como miró a aquella mujer: con dignidad y esperanza. Pide perdón, Él seguro no te condena.
- Crea espacios donde nadie tenga miedo: Tu entorno, ¿puedes ser un lugar seguro para alguien? Un espacio donde no haya juicio, donde se escuche con respeto. A veces, una simple mirada o gesto de acogida cambia una historia.
Jesús nos devuelve el rostro y la esperanza
Este Evangelio de Jesús y la mujer adúltera no es solo un testimonio de misericordia. Es un acto de justicia profunda porque reconoce el dolor sin negar la realidad y lo atraviesa con amor.
En Adoratrices, creemos en este tipo de justicia, la que no borra lo vivido, pero devuelve el rostro, la palabra y la esperanza a cada mujer.
Como Jesús, no lanzamos piedras, acompañamos y confiamos en el proceso. Y, sobre todo, creemos que siempre es posible empezar de nuevo.
Que este quinto Domingo de Cuaresma nos ayude a soltar el juicio y abrirnos al perdón. Para los demás y también para nosotras mismas cuando lo necesitemos.
Puedes leer la reflexión del domingo pasado aquí.