Este 4 de marzo de 2024 el el 90 aniversario de la canonización de Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de nuestra Congregación: Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad.
Santa Micaela fue una mujer valiente y generosa, que dedicó su vida a la Adoración eucarística y a la Liberación de las mujeres en situación de prostitución y otras situaciones de violencia, a las más vulnerables y marginadas de su época. Su obra continúa hoy en día en 24 países del mundo, donde religiosas Adoratrices y toda la Familia Adoratriz siguen su ejemplo, acompañando a mujeres en contextos de prostitución, de exclusión, violencia, trata y otras situaciones de vulnerabilidad.
En este artículo queremos recordar la figura de Santa María Micaela a través de algunos de los documentos que se conservan de aquel 4 de marzo de 1934, en concreto, la información ofrecida por la revista “La Esperanza” y la homilía del Papa Pío XI.
Más de 3.000 españoles peregrinaron a Roma
Según reportó “La Esperanza”, revista ilustrada semanal de la época dirigida por los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, a este evento de la canonización de Madre Sacramento en el Vaticano acudió “una peregrinación de más de tres mil españoles que fueron a la ciudad eterna a rendir el tributo de su admiración a la que llenó de gloria media centuria de la historia española”.
Entre estos peregrinos, también se indica que se encontraban “algunos personajes ilustres de España, el hijo de D. Alfonso, ex-rey de España, Don Jaime, dos cardenales españoles y ocho obispos”.
Palabras del Papa Pío XI sobre Santa María Micaela
Por su parte, durante su homilía, el Papa Pío XI subrayó dos de las virtudes de Santa María Micaela: “una infatigable e invencible fortaleza y una ardentísima caridad”.
“Por la primera, conteniendo con empeño y cuidado aquel carácter fuerte y ardoroso con el que la naturaleza le había dotado, no solo llegó a alcanzar un modo de ser dulcísimo y unos modales suavísimos, sino que soportó con fortaleza todas las dificultades y se esforzó en llevar a cabo, sin vacilaciones, todo lo que entendía podía ser para gloria de Dios.
Movida, o más bien arrastrada, por el empuje de la segunda, nada le fue obstáculo para su trabajo de hacer volver al camino de la verdad a los desviados por el error (…), levantar el ánimo a los desesperados (…)”.
Aludiendo al hecho de que Santa María Micaela pertenecía a la nobleza española, el papa destacó su desprendimiento: “todo lo que la naturaleza le había dado y lo que había recibido de sus padres, a saber, un talento egregio y cuantiosos bienes de fortuna, todo lo dio con alegría y gustosamente para los enfermos (…)”.
Para Madre Sacramento “no hubo calamidad ni enfermedad por repugnante que fuera, que ella dejara de atender; a veces, sentía una divina voluptuosidad en servir a los más miserables, porque en ellos veía a su mismo Maestro. Eran sus delicias visitar los tugurios de los pobres, no solo para darles la ayuda material, sino para llevarles la luz de la verdad (…)”.
Pío XI se refirió también a la labor de nuestra fundadora en el Hospital de San Juan de Dios, donde, además de a múltiples enfermos, auxilió a una mujer leprosa a la que nadie quería cuidar “con corazón de verdadera madre, la abrazó, la atendió y cuidó con exquisita caridad”.
Además, el pontífice aludió al deseo y afán de Madre Sacramento de poner remedio “a los males que afectan a la Humanidad”, volcando “su esfuerzo y solicitud” especialmente en las jóvenes en situación de prostitución, refiriéndose a los comienzos de su obra a través de la fundación de Casas – Colegios en España y de la Congregación de las Adoratrices.
Por otra parte, en la homilía rememoró que, a pesar de sus meritorios propósitos, nuestra fundadora recibió cuantiosas “calumnias y maquinaciones” e hizo frente a numerosos obstáculos: “Mas, a pesar de todo, esta santísima mujer soportó todas estas dificultades y las venció con una gran fortaleza de ánimo que el amor a Dios y al prójimo le prestaba y con el auxilio divino que ella conseguía con una constante y fervorosa oración”, explica en la homilía.
Ante toda clase de “peligros y angustias”, prosigue, “cuando llegó a faltarle la confianza de los mismos buenos y la ayuda humana la abandonaba, arrodillada ante el Santísimo Sacramento del Altar, derramando lágrimas y sollozando recordaba las palabras de San Pablo”. Estas son: “Porque tengo la certeza de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes espirituales, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra criatura podrá separarnos jamás del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 8, 38-39).
Asimismo, Pío XI describió los últimos años de Madre Sacramento en la tierra: “Y esta llama de la Caridad que brilló y ardió extraordinariamente en el corazón de esta mujer elegida durante todo el curso de su vida, la llevó a la muerte y fue consumida por su ardor. Pues habiendo entendido que la terrible plaga de cólera hacía estragos en la población de Valencia y que también había hecho presa en las mismas Hermanas de Su Instituto, inmediatamente, voló a aquella ciudad para llevar socorro y consuelo a los apestados. Mas, apenas empezó a atender a sus enfermas, entregándose por entero a su cuidado, quedó contagiada de la peste y como víctima de la caridad dio así su vida”.
Puedes conocer más sobre Santa María Micaela aquí.